Justo Navarro, F. (2003)


[...] aunque parecía encontrar algún problema con las palabras. No es que le faltaran las palabras a Ferrater, las palabras le sobraban en ocho, nueve o diez idiomas, sino que, por el contrario, cargaba con un excedente descomunal de palabras que originaba en atascos fónicos y mentales. En el pensamiento se le abría un agujero, un vacío, muchos vacíos, pero no, no era exactamente eso: era una multitud de palabras, todas las palabras leídas, oídas, repetidas, pensadas, ramificadas, multiplicadas. Unas palabras sobre otras tachaban todas las palabras: las palabras sobre las palabras terminaban siendo un borrón, un hueco negro, como si un escritor escribiera y escribiera y llenara una página que había sido blanca, y corrigiera y tachara y corrigiera y añadiera más palabras y más tachaduras y más palabras, hasta que la página está completamente negra, que es como decir completamente en blanco.

Ferrater apartaba unas palabras para escoger otras con gesticulación dolorosa, como si trabajar con palabras fuera trabajar con materiales altamente pesados, y era como si las palabras levantaran polvo cuando las movía y lo envolvieran en una nube de confusión: vestía deportivamente, camisa y pantalones de descargador. Acababa de ponerles en su fiebre políglota el pie en el cuello a las lenguas escandinavas. No quería las palabras para persuadir de nada a nadie: sólo quería encantar.

 

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